martes, agosto 13

Sobre la Mafia y la Policía.

Hay un juego tan simple y "rudimentario" que es increíble lo entretenido que resulta ser. Tan simple, tan antropológicamente acertado:

Los malos se esconden de los buenos que los quieren encontrar. Los malos mienten. Y no sólo mienten. saben que mienten, y disfrutan mintiéndole a los pobres ilusos y buenos "policías" que son los personajes del juego que no entienden nada de lo que pasa, simplemente juegan a confiar en lo que le dicen los demás. 

Y esa es toda la ciencia de este juego. La mafia, los malos, saben todo el tiempo lo que sucede. Controlan todo lo que pasa. Entienden cada frase, y son capaces de descubrir la intención oculta en cada una de ellas: desviar la atención, decir lo que se debe decir, lo más políticamente correcto, o incluso más repugnante aún, lo estratégicamente correcto. 

La verdad es que no hay nada de malo en eso. Es sólo un juego, y es el personaje que les toca interpretar. Quizás ahí está el gran disfrute: Tenemos la posibilidad de mentir descaradamente, reírnos de las expectativas de los demás, decirles lo que quieren escuchar, jugar con la mente del contrincante y manipular al que tenemos en frente. Pues sólo interesa una cosa, como en todo juego: Ganar. Y todo esto no solamente está permitido; sino que son las reglas y la base misma del juego. 

Si quieres aprender mucho sobre el comportamiento de tus amigos y la gente que te quiere, aquellos que te quieren tanto, que te admiran, que siempre están contigo; invítalos a jugar Mafia. Hace exactamente un año se me ocurrió jugar a la mafia y la policía. Quizás sea la vez más importante de todas las veces que he jugando este inofensivo y entretenido juego... Pues, esa vez no fue inofensivo, no fue entretenido... y aun estoy aprendiendo lecciones de ese día. 

viernes, enero 11

A ti te hiere...

A ti te hiere aquel que quiso hacerme daño, 
y el golpe del veneno contra mí dirigido 
como por una red pasa entre mis trabajos 
y en ti deja una mancha de óxido y desvelo. 
No quiero ver, amor, en la luna florida 
de tu frente cruzar el odio que me acecha. 
No quiero que en tu sueño deje el rencor ajeno 
olvidada su inútil corona de cuchillos. 
Donde voy van detrás de mí pasos amargos, 
donde río una mueca de horror copia mi cara, 
donde canto la envidia maldice, ríe y roe. 
Y es ésa, amor, la sombra que la vida me ha dado: 
es un traje vacío que me sigue cojeando 
como un espantapájaros de sonrisa sangrienta. 

Soneto LX