Me levanté muy temprano de madrugada,
tome una taza de café y me senté en la terraza a esperarle.
Cuando por fin salió el sol lo mire fijamente
y lo reté a una competencia:
¿quien de los dos puede contar más flores el día de hoy?
me preguntó si me sentía bien y aceptó, perplejo, mi desafío.
Comenzó a elevarse por el cielo celeste, y apoyando su carita en una nube,
contaba todas y cada una de las flores pues su vista era muy buena,
y conforme avanzaba por el cielo, barría todos los campos con su mirada,
deteniéndose en cada flor.
Así se pasó todo el día, hasta que el día ya menguaba,
tenía un esbozo, aunque tenue, de cansancio en su mirada,
pero aun así continuaba contando, aprovechando hasta el ultimo minuto,
pues era muy orgulloso y sabía que ganaría,
pero quería hacerlo sin olvidar a ninguna flor.
Tan concentrado estaba que no notó que se acercaba a un cerro.
Cuando se dio cuenta, en el ultimo segundo antes de que se perdiera detrás de él,
gritó ¡son cuatrocientas cincue...!!! Y se perdió sin más.
Tal como yo lo sospeché, ni siquiera notó que yo estaba de pie en la cima del cerro,
tarea en la que invertí todo el día,
y cuando pasó junto a mi, le robé uno de sus rayitos de luz.
La oscuridad comenzó, poco a poco, a cubrir el cielo.
hasta que llegó un momento en que el rayo de sol,
aquel que tenía en mi bolsillo
era lo unico que alumbraba en la noche.
Entonces mi corazón se estremeció,
Y una sombra de rubor pasó por mis mejillas,
Tímidamente, pero con su acostumbrada belleza,
Mi musa aparecía a través de los cerros.
Y es que mi secreto es que estaba enamorado de ella,
Y cuando ya dejó atrás aquel horizonte que la veía nacer,
Y alzaba su vuelo, me miró y me regaló una sonrisa,
Me extendió su mano, y me invitó a pasear con ella,
Como lo hacíamos cada noche.
Y mientras avanzaba por el cielo oscuro,
Tomé mi rayito de sol, y le hice un cintillo para ella,
Y de pronto su cara se iluminó, y la pude ver como nunca antes,
Mi corazón galopante, solo bombeaba felicidad a cada rincón de mí,
Y comenzó a iluminar la noche y juntos descubrimos
Las bellezas del mundo nocturno,
Y no dejamos de maravillarnos, juntos, ella del mundo y yo de ella.
Pero pronto, escuchamos al sol que se acercaba,
Bramando de horror al descubrir mi treta,
No teníamos más opción que huir,
Entonces raudamente nos apresuramos hacia los cerros del horizonte,
Y más allá del mar nos escondimos,
pero allí también el sol nos buscó incesante.
Y por mucho tiempo jugamos a escondernos,
Y el sol no cesaba nunca de rastrearnos,
Y nosotros de escondernos, y de amarnos.
Pero mi cuerpo no podía soporta aquel ritmo frenético,
Ella sí, pero yo no, ya no por mucho.
Entonces la Luna sonrió con su dulzura tierna,
Me dio una caricia y me dijo:
Escóndete detrás de mí, a mis espaldas estarás a salvo de él.
Y así entonces me quedé sentado en la oscuridad,
Mientras ella le contaba como yo había
Sucumbido ante la persecución, y este juego,
Porque el temple del hombre es débil.
Y así el juego terminó,
Ella tata de no encontrarse con él,
Y él aun tratará siempre de encontrarme,
A aquel que se burló del Sol.
Y a veces cuando la luna se alza sobre lo más alto,
En aquel momento en que el sol visita otros parajes,
Puedo salir de mi sueño oscuro,
Para sentarme con mí amante, a descubrir la belleza, juntos,
Ella la del mundo, yo la de ella.